Antes de escribir sobre todos esos recursos nuevos que aprenderemos y las reflexiones que haremos, no puedo dejar de escribir sobre algo que me ha extrañado y hasta entristecido. ¿Flipped Classroom?, ¿De verdad? ¿Tanto cuesta llamarlo `Darle la vuelta tu clase´. Este tema da para uno, dos y hasta tres debates largos, muy largos; en los que no dudaré en defender el uso de palabras castellanas con absoluta vigencia en este momento: `Darle la vuelta a la clase´ me parece una buena opción, igual que estilo de enseñanza y otras muchas expresiones que pude oír de la boca de Raúl Santiago Campión en su magistral introducción. ¿Era necesario tanto anglicismo? Dado el tirón de orejas correspondiente, pasaré a lo que de verdad interesa.
El curso se ha iniciado con presentaciones creativas; algunas increíbles, otras muy buenas y otras, en la que incluyo la mía, un poco mediocres, pues hay que reconocer que la tecnología y yo casamos, pero en cómodo matrimonio de conveniencia.
Tras una introducción a este nuevo modelo educativo, hemos tenido que realizar tres ejercicios: el análisis de los argumentos a favor para comenzar a darle la vuelta a nuestra clase, detectar los posibles problemas que pudieran surgir y abrir un diario de aprendizaje en forma de blog. Los dos últimos ejercicios fueron sencillos y amables, pero el primero ¡ay, el primero! Había que grabar una nota de voz con soundcloud. Hasta ahí, todo bien. Ya había usado esta app en otra ocasión; motivo, quizá, por la que no me daba la opción de grabar. ¿Demasiado tiempo registrada sin dar uso? ¿Quizá quieren que utilice el modo Pro con su correspondiente pago? Ni idea, pero es lunes y necesito entregar como sea, que con dos churumbeles pequeños nunca se sabe cuando puedo sentarme a trabajar. Después de leer tres cuentos, mecer en el carro al son de las nanas y demás rituales nocturnos de bebés, logro sentarme ante garageband, de Mac. Según mi marido es fácil.
Uno, dos, tres y hasta diez intentos para grabar el discurso, cualquiera diría que soy de Lengua. ¡No dejo de trabarme! Ahora llega lo más difícil, incluirle algo de música. Me levanto, busco en una estantería llena de cds de música clásica ¿Y de qué lo acompaño? Me entran ganas de poner una banda sonora de peli épica tipo Gladiator o Braveheart. Son las once de la noche y mañana tengo clase a las ocho. Vamos a dejar las bromas para otro día que se tercie más. Mi marido, que pasa por allí me pregunta, me mira con cara de incredulidad, se dirige al ordenador y me muestra una biblioteca virtual de música clásica gratuita con la misma cara el que no da crédito al conocer a alguien que no sabe lo qué es google. ¡Ah, genial!¡Venga rapidito! ¡Qué hay prisa y mucho agotamiento! Me convenzo de que lo mejor es algo de Mozart, piezas para piano, no pueden fallar ,me digo mientras descargo al azar una de las opciones. Escucho y hasta el ritmo me parece el adecuado. Recuerdo que no tengo ni idea de cómo se procesaba todo esto. Pido con las manos en señal de clemencia a mi marido que me lo recuerde. Vuelve la cara de incredulidad, mientras dirige una mirada al techo al tiempo que debe pensar ¡Dame fuerzas Señor! ¡Ya ha empezado otro curso de esos de los suyos y me va a estar preguntando hasta que lo acabe! Con la paciencia que dan las once y media de la noche, me lo explica. Intento hacerme un mapa mental, voy al ordenador, lo intento, ¡Sale a la primera por una vez en la vida! y además me encaja. Subo a soundcloud, selecciono de forma intuitiva etiquetas y preparo el envío. No puedo a llegar a sentirme feliz por finalizar el ejercicio. En mi fuero interno, el temor de tener que grabar un vídeo y demás material para lo que queda de curso ensombrece el pequeño atisbo de alivio. Son las doce, me desplomo sobre la cama. MAÑANA SERÁ OTRO DÍA.